4, octubre, 2024

Kim Thúy y Jesse Ball en Filba

El pasado sábado 28 de Septiembre, organizado por la Fundación Filba, a las 18.30hs se encontraron en una mesa Kim Thúy y Jesse Ball.

En este tiempo que estamos viviendo de conflictos bélicos desgarradores, Rusia- Ucrania, Israel- Líbano, ver desde la platea, lejos, a esta escritora vietnamita dialogar con su par estadounidense nos puede hacer pensar en destinos más felices, aunque más no sea, desde la literatura.

Muchas veces nos preguntamos por qué vamos a escuchar a los autores que hemos leído y allí ese sábado en la platea del Malba hubo más de una respuesta a esta pregunta. La Guerra de Vietnam, dijo Kim, es para ellos la Guerra estadounidense.

Kim habló con dolor de esa guerra y del comunismo posterior, contó cómo vivió entre sus 7 y 10 años prisionera junto con su familia y cómo se escaparon en un bote. Fueron los famosos “boat people”.

Estos datos son parte de las biografías que leemos en las contratapas de sus libros, o en google, pero el entorno en donde ella lo dijo, frente un extremadamente receptivo Jesse Ball y a una platea silenciosa, hicieron una gran diferencia.

Kim Thúy nació en Vietnam en 1968. A los diez años abandonó el país junto con una oleada de refugiados conocidos como “la gente del barco” y se instaló con su familia después de una parada en Malasia, en Quebec, Canadá. Escribe en francés y tiene un amor entrañable por Canadá.

De su experiencia durante el comunismo, desde sus 7 a sus 10 años, entre sus muchos recuerdos, recuerda cómo a metros de donde ella y su familia estaban instalados había una fosa a la que iban 2000 soldados a hacer sus necesidades.

Ella contó cómo después de oler ese espanto la primera vez le ordenó al cerebro no oler más, y así sobrevivieron a esta y las demás vejaciones. Kim contó esta situación entre muchas otras con una sonrisa y una actitud corporal tan vital que Jesse no pudo más que preguntarle cómo hacía ella para estar de esa manera habiendo pasado los tormentos irreproducibles por los que ella y su familia habían pasado.

Ella con su dulce sonrisa dijo: “Me visto de rosa y trato de olvidar”. El vestido de Kim es un vestido que todas quisiéramos tener. La consigna a la que estaban invitados a responder desde Filba era el silencio.

Jesse Ball es narrador, poeta y docente y nació en Nueva York en 1978. No es la primera vez que Jesse viene a Buenos Aires, pero sí la primera vez que se encuentra con Kim. Ella lo vio al llegar al hotel sentado en cuclillas y sin conocerlo se acercó a él pensando qué tipo este cómo se sienta así en el borde de la vereda. Y ambos replicaron esta escena en el escenario del Malba.

La obra de Jesse fue traducida a más de veinte idiomas y en castellano, se publicaron Toque de queda, Cómo provocar un incendio y por quéLos niños 6 y Cuando comenzó el silencio. En Toque de queda (The curfew) los personajes principales son una niña muda y su padre que se dedica a escribir epitafios para los muertos en un régimen absolutista.

El esfuerzo que hace el epitaforista por entender el deseo de los familiares es tan elocuente como la falta de palabras de su hija Molly. El padre debe sintetizar en un espacio exiguo, el mármol de la sepultura,  lo que los deudos desean para su allegado. Y en este trabajo de condensación se ve la relación de Jesse Ball con el silencio. Todo lo que callamos de una vida para decir qué. 

William el padre de Molly, el epitaforista dice en las primeras páginas de Toque de queda: “Bien —dijo—, si quiere hacerlo de esa manera, quizá sea mejor que haya muerto en su infancia. Podría haber fallecido a los seis años, y la inscripción diría: Paul Sargent Monroe, amigo de los gatos.  Evocaría un poco su personalidad, y ciertamente la gente se detendría a mirar. Hubo una crispada pausa, interrumpida por un ataque de tos. Había lágrimas de felicidad en los ojos de la mujer. —Entiendo por qué lo enviaron a usted —dijo—. Tiene toda la razón. Eso es exactamente lo que haremos. A fin de cuentas, no importa cuál sea la verdad, ¿no? Se trata de que la gente se detenga y guarde silencio un instante. Quizá sea el atardecer y se dirijan a alguna parte, a un restaurante. Pararon brevemente en el cementerio, y entonces pasan frente a su tumba y… bien, se detienen un momento. Ahora sí que se detienen”

Este gesto de detenerse evocado en la novela también fue comentado entre ambos escritores cuando Jesse sugirió que en sus textos trata de guiar al lector hacia el silencio. Y vaya si lo logra.

Elisa Salzmann para Radio Perfil

por Elisa Salzmann

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