11, septiembre, 2025

Germán Martínez: No nos suma especular con un juicio político

El diputado nacional y jefe de bancada de Unión por la Patria, Germán Martínez, afirmó que “no nos suma especular con un juicio político ni con escenarios de crisis institucional”. Según sus declaraciones en el programa Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), el partido debe dejar de lado las especulaciones políticas y concentrarse en reforzar la representación ciudadana, fortalecer la oposición a Milei y preparar la estrategia para las elecciones del 26 de octubre.

El diputado nacional Germán Martínez fue electo en 2019 por el Frente de Todos en la provincia de Santa Fe y es miembro del Partido Justicialista. Actualmente, desde 2022, se desempeña como jefe de bancada de Unión por la Patria en el Congreso, cargo que asumió tras la renuncia de Máximo Kirchner y en el que fue reelecto legislador hasta 2027.

En un artículo publicado en La Nación, Joaquín Morales Solá planteó que la candidatura de Juan Schiaretti a diputado podría estar vinculada con la hipótesis de una eventual Asamblea Legislativa. Sin embargo, considero que ocurre lo contrario: aunque no pueda encuadrarse plenamente dentro del peronismo, la estrategia parece orientada a evitar cualquier escenario de crisis que obligue al Congreso a intervenir en la continuidad del gobierno nacional. Tengo la impresión de que el peronismo va a respaldar a Milei, porque lo último que desea es enfrentar nuevamente el señalamiento de que un gobierno no peronista no logra completar su mandato.

Esto no les gusta a los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

Desde esa perspectiva, uno de los factores que podría favorecer al mandatario libertario en su objetivo de llegar a 2027 es que el peronismo busca preservar la institucionalidad presidencial, consciente de que no le convendría quedar asociado al fracaso de un mandato ajeno a su fuerza política.

Estas conjeturas no ayudan y tampoco le hacen bien a la democracia argentina. Seguido de un triunfo electoral, como el del domingo en la provincia de Buenos Aires, en lugar de encerrarnos en discusiones de rosca o debates superestructurales, el peronismo debería enfocarse en fortalecer los vínculos de representación con una parte del electorado que todavía observa a nuestro espacio con dudas y busca reconciliarse con sus propuestas y valores.

Ayer leí esas especulaciones y me preocuparon. No me gustan, ni cuando somos gobierno ni cuando estamos en la oposición. Si hubiéramos estado en el poder, habría esperado una reacción inmediata desde el bloque parlamentario para rechazar hipótesis de ese tipo. No corresponde especular sobre quién podría capitalizar una crisis institucional en un momento en el que la sociedad enfrenta serias dificultades económicas. Incluso el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, reconoció que la microeconomía es tan importante como la macro, después de años en los que se creyó que bastaba con manipular algunas variables para que el resto se acomodara. Todo esto sucede en medio de denuncias de corrupción y causas sensibles, como las vinculadas a estafas y a la discapacidad, que agravan la desconfianza pública.

Nosotros, como peronismo, tenemos la obligación de frenar a Milei y de reconstruir un proyecto que le devuelva esperanza a los argentinos. Si nos enredamos en discusiones para la tribuna, nos equivocamos. Y lo digo también en respuesta a lo que escribió Morales Solá: con respeto, no me parece oportuno que en una nota extensa se introduzca casi al final una hipótesis de ese tipo. Tampoco lo planteo en función de lo que vos decís, porque cuando trabajamos sobre cuestiones en el Congreso no deberíamos caer en la política menor de ver quién saca rédito de una eventual crisis institucional.

Nuestra primera tarea —para eso fuimos elegidos— es representar. Lo fuimos en las elecciones de octubre de 2023, cuando la fórmula Massa-Rossi dio un salto importante y ganó en primera vuelta. Después vino el balotaje, que nos convirtió en bloque opositor. Pero nuestra misión sigue siendo la misma: representar políticamente incluso a quienes no nos votaron. Creo que el mensaje de la provincia de Buenos Aires va en esa dirección: haber alcanzado un caudal de votos similar al de 2023 nos da la expectativa de que, pese a todas las dificultades, seguimos teniendo un vínculo fuerte con amplios sectores de la sociedad, y que ese lazo debe ampliarse si queremos volver a ser una opción competitiva.

A Joaquín lo conozco desde hace mucho tiempo y le tengo una corriente de un gran respeto. Pero discrepo: lo que hizo no es más que cumplir con la función de cualquier periodista, que consiste en analizar hipótesis posibles. Una de esas hipótesis plantea que un gobierno que pierde las elecciones puede enfrentar dos caminos: recomponerse o no hacerlo, y que, en caso de no recomponerse, podría desencadenarse un efecto dominó.

Paralelamente, creo que tu reacción muestra —me voy a permitir un enfoque desde mi formación en psicología— que hubo enojo frente a la situación, y eso mismo refleja un sentimiento general: la sociedad no quiere repetir episodios como la semana de cinco presidentes en 2001-2002. Esa experiencia dejó un trauma que funciona como vacuna: los argentinos desean que los presidentes completen sus mandatos. Estamos en roles distintos: los periodistas tienen la obligación de plantear hipótesis, mientras que nosotros debemos desarmar esos fantasmas. Pero esto también demuestra un punto clave: el peronismo, que hoy se encuentra en la oposición, solo busca garantizar que los presidentes no peronistas terminen sus mandatos. Ese es el mensaje que quiero transmitir.

Me gustaría remarcar algo: una cosa es analizar escenarios y otra muy distinta es ponerles nombre y apellido. Cada periodista escribe lo que quiere, y está bien; no es mi tarea discutir con ellos. Lo que sí quiero señalar es que estamos frente a un momento de enorme preocupación de un sector muy amplio de argentinos y argentinas, y por primera vez esa preocupación se cuantificó de manera clara. Más allá de elecciones en otras provincias, el peso específico de la provincia de Buenos Aires evidencia que algo significativo está ocurriendo.

Creo que ocurrirá algo similar en Santa Fe. Me dio esperanza la elección allí, donde armamos una lista sólida encabezada por Caren Tepp, dirigente joven de Ciudad Futura, un partido aliado al peronismo; en segundo lugar figura Agustín Rossi, con una trayectoria consolidada; en tercer lugar, la concejala de Villa Constitución Alejandrina Borgatta; y en cuarto, el exconcejal y exdiputado nacional Óscar Martínez, de la ciudad de Santa Fe.

Pero lo que más me quedó marcado —y lo comenté con mis compañeros el lunes, en la reunión que coordino en el peronismo de Rosario, el PJ local, una especie de comando central de campaña— fue: “Podemos repetir la elección de octubre de 2023. Hay que ir a buscar a quienes votaron a Massa en esa elección”. En Rosario, esa cifra alcanzó los 200.000 votos. Mejor no hablar de porcentajes, porque pueden resultar engañosos según la participación electoral.

Al mismo tiempo, Santa Fe tiene una particularidad que muchos porteños desconocen: siempre fue un distrito de tres fuerzas. Nunca hubo solo dos; por eso, nadie logra porcentajes tan altos como el 45%.

Para quienes no lo recuerdan, en su momento la Democracia Progresista (PDP) ocupó el rol de tercera fuerza; después lo asumió el Partido Socialista. En la elección de gobernador de 2015, las tres fuerzas principales sacaron 30, 29,5 y 28,5 puntos, definiéndose todo por apenas un punto y medio. Hoy vuelve a darse un escenario de tres fuerzas políticas: la lista oficial de Milei, encabezada por los libertarios; la lista “blue” de Milei, liderada por Pullaro y con la presidenta del PRO en Santa Fe como candidata; y el tercer espacio, que es el nuestro, Fuerza Patria. Por eso, si trabajamos activamente para recuperar a quienes nos apoyaron en 2023, tenemos serias posibilidades de lograr buenos resultados en cada distrito.

En Santa Fe la pregunta no es si La Libertad Avanza saldrá tercera y quién ocupará el primer lugar. Hay que considerar que La Libertad Avanza podría quedar primero o segundo. Cuando se cerraron las listas, salvo algunas consultoras, nadie acertó los números en la provincia de Buenos Aires. Pero nosotros interpretamos los datos locales: al cierre de listas, los libertarios aparecían primeros, nosotros segundos y el gobierno provincial tercero.

Hoy, mi análisis indica que tenemos serias posibilidades de liderar en Santa Fe. La Libertad Avanza cuenta con un núcleo importante de adhesiones en las provincias de la franja central, pero si en Santa Fe hay un 65% de no peronismo y un 35% de peronismo, nuestro objetivo es consolidar ese 35% y dejar que el 65% se distribuya entre los otros espacios, porque se trata de una elección parlamentaria. Con esos 35 puntos podemos asegurar tres diputados y competir por otro.

La nueva Constitución en Santa Fe… ¿te gusta?

En este sentido, nuestros compañeros hicieron un gran trabajo intentando reflejar de la mejor manera las ideas del justicialismo. No fue fácil, porque desde el inicio el gobernador priorizó su reelección, relegando otros temas de interés general para los santafesinos y santafesinas. Creo que todavía es pronto para evaluar si esta Constitución es mejor o peor que la vigente desde principios de los años 60, que en su momento fue considerada avanzada.

Algunos aspectos del nuevo texto resultarán positivos, mientras que otros podrían representar retrocesos, dado el contexto actual. Tanto el gobernador como los sectores libertarios le imprimieron un sesgo conservador a ciertos puntos relacionados con derechos fundamentales, que no han recibido la relevancia que merecen. El texto se cerró ayer, por lo que aún me parece apresurado hacer un análisis integral; las constituciones se valoran también en la práctica, a medida que las sociedades evolucionan. No obstante, destaco la labor de nuestro bloque, que intentó dar una mirada centrada.

En cuanto al peronismo y 2027, surge de manera evidente un candidato en la provincia de Buenos Aires: el gobernador Axel Kicillof. Ayer, además, entrevistábamos a Alberto Fernández, tras el sobreseimiento dictado por el fiscal de Cámara en la causa correspondiente. Él consideraba que Massa podía ser un candidato expectable a la presidencia para 2027, y evaluaba que, desde su perspectiva, una PASO siempre sería positiva.

Acerca del liderazgo del peronismo durante el día del triunfo, los partidarios presentes gritaban “Axel conducción”, lo que evidencia que estamos entrando en un poskirchnerismo.

Mi primera reflexión sobre esto es que el poskirchnerismo fue, en gran medida, un viejo sueño de algunos, pero en realidad el kirchnerismo no fue otra cosa que la aplicación sostenida en el tiempo de los elementos fundamentales de la ideología y doctrina del Partido Justicialista, con una impronta de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.

Hoy hay temas que siguen presentes en el debate político gracias a este espacio que tomó enseñanzas del gobierno de Perón entre 1945 y 1955, así como del período de 1973-1974, y las aplicó en su tiempo. Un ejemplo actual: el Congreso aprueba una ley de financiamiento universitario y Milei la veta. La defensa de la universidad pública se sostiene sobre fundamentos históricos: en la Reforma Universitaria del radicalismo se establece un primer mojón, y en el peronismo hay dos hitos clave: la garantía de gratuidad y la creación de la Universidad Obrera. Durante los gobiernos de los Kirchner, especialmente bajo Cristina, se incorporó una nueva impronta con las universidades de cercanía que existen hoy en el país, antes inexistentes. Algunos incluso agregarían a Carlos Menem.

El kirchnerismo representó esa ampliación, aplicando de manera renovada principios, valores, ideas y doctrina que ya forman parte de la identidad del justicialismo. Por eso, cuando se habla de poskirchnerismo, mi duda es si se está pensando en la Argentina después de Néstor y Cristina, o si, en realidad, algunos buscan un peronismo que deje de lado estas banderas históricas que acabo de mencionar.

Los que hablan de poskirchnerismo en realidad están pensando en posperonismo

Ni siquiera posperonismo, sino directamente no peronismo. Te recuerdo algo que quizá recuerdes: Duhalde comenzó su campaña en 1999 con una fuerte confrontación del modelo económico frente a lo que proponían De la Rúa y Cavallo. En un momento lo obligan a sentarse en una mesa con ambos y a firmar un compromiso para sostener la convertibilidad, y ese día el peronismo pierde las elecciones. Cuando deja de ser una alternativa concreta, pierde su razón de ser.

Por eso, cuando algunos postulan el poskirchnerismo, en realidad buscan un peronismo más cercano a la derecha o a sectores conservadores y liberales del país, lo cual considero un grave error. Nosotros nacimos para hacer otra cosa, y el día que nos parecemos a ellos, la sociedad se queda sin opción.

Ahora te llevo a un tema más de la práctica antes de hablar del liderazgo 2027. Hoy existe un sector creciente de argentinos crítico con Javier Milei, que ha encontrado en Fuerza Patria y en el peronismo, especialmente en la provincia de Buenos Aires, una alternativa para ponerle freno. ¿Qué habría pasado si, en diciembre de 2023, en lugar de ser claramente opositores a Milei, hubiéramos decidido negociar desde el poder, aprobando o rechazando artículos de la Ley de Bases según conveniencia? Nos habríamos diluido, domesticado ante supuestas ideas dominantes, y los argentinos no tendrían alternativa, porque el peronismo habría perdido capital político al entrar en una transacción con Milei.

Hoy podemos proyectar hacia 2027 y pensar en una alternativa de gobierno presidencial porque acumulamos capital político tras la derrota electoral, manteniendo una postura clara de oposición y ejerciendo la agenda desde los bloques parlamentarios en ambas cámaras. ¿Cómo avanzar? Primero, con humildad y tranquilidad. Los votos no están en una caja lista para la próxima elección; están en el mismo lugar y hay que trabajarlos todos los días.

Lo que recomiendo a mis compañeras y compañeros es poner como único objetivo político del espacio el 26 de octubre: ganar las elecciones. Es fundamental incentivar a todas las listas en los 24 distritos —sean de Fuerza Patria o no, porque en algunas provincias las alianzas no llevan ese nombre—. Todas las listas del peronismo deben aprovechar este tiempo electoral para reconectar con los argentinos que han estado críticos con nosotros. Acto seguido, mantener la firmeza opositora a Javier Milei, quien contará nuevamente con respaldo popular.

Tercero, empezar a proyectar los liderazgos. Por primera vez —y lo noto mucho en la ciudad de Rosario— siento que hay ciudadanos que quieren dialogar con los peronistas sobre el futuro después de la elección de 2023.

Creo que ese puente de confianza que se reconstruyó hay que aprovecharlo para volver a encender esperanza en el pueblo argentino. Si queremos superar esta lamentable etapa con Milei como presidente, con un proyecto de país deficiente y una política económica aún peor, debemos dar un paso importante: pasar de un peronismo enfocado solo en frenar a Milei, a un peronismo capaz de reconstruir expectativas y confianza en la ciudadanía.

Por eso me gustó lo que dijo Axel el otro día, al cerrar con una frase que el peronismo ya utilizó en más de una ocasión: “Hay otro camino”. Quedó claro el domingo, en la provincia de Buenos Aires, que siempre hay otra opción y que nunca debemos limitarnos al pensar en un futuro distinto para las argentinas y los argentinos.

Cuando decís: “Cuando hablan de poskirchnerismo, ¿ustedes están hablando de posperonismo o de no peronismo?”, a mí me pasa algo que quizás sirva para un debate cercano y afectivo: hay un 60% o 65% de la población que no es peronista, y para ganar las elecciones, el peronismo necesita superar el 50%. Para ganar un balotaje, el peronismo no solo debe convencer a los propios votantes, sino también a quienes comparten ciertas ideas compartidas por todos los argentinos, para garantizar políticas que se mantengan más allá del gobierno.

Yo agrego: hay aspectos del peronismo, expresados en el kirchnerismo, que me resultan autoritarios. La relación de Néstor y Cristina Kirchner con los medios me pareció autoritaria. No tengo edad para comparar con la época de Perón, ni la primera ni la última, pero me quedo con la experiencia de Néstor y Cristina Kirchner. Escucho a muchos peronistas quejarse de La Cámpora, por ejemplo. Las disidencias internas durante el gobierno de Alberto Fernández muestran ciertos defectos de lo que podríamos llamar kirchnerismo.

Al mismo tiempo, siempre me parecieron más simpáticos Menem o Cafiero. Y creo que el peronismo necesita, como cualquier partido político, un proceso de mejora interna dentro de su doctrina. No hablo de convertirlo en un partido de derecha, sino de corregir defectos históricos del peronismo, como la falta de republicanismo en algunos casos. En cuanto a la prensa, puedo asegurar que el kirchnerismo se comportó de manera autoritaria.

Por eso, cuando hablo de poskirchnerismo me refiero a un peronismo que corrija los defectos y mantenga las virtudes —nadie podría negar los logros de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner—.

Pero supongamos que hay aspectos del peronismo en sus distintas variantes históricas que vos efectivamente criticas, específicamente del proyecto político de Néstor y Cristina. Cada elemento que vos, por tu rol de periodista y empresario de medios, podrías cuestionar, podría generar que yo diga: “Che, mirá esto”. Discutíamos —no sé si lo hicimos “ensobrado” “mandril”— y vos decís: “Es una diferencia de tono” o incluso: “No, este es mucho peor”.

Por ejemplo, veo que Cristina eliminó el delito de calumnias e injurias, que para ustedes era una herramienta que atentaba contra la libertad de prensa y de expresión. Hay muchos otros temas sobre los que se podría debatir.

¿Pero sabés a dónde me lleva esto? A que terminemos discutiendo si Milei es mejor o peor que nuestra experiencia de gobierno. Y como no quiero entrar en esa discusión, prefiero llevarte a otro punto: ¿qué cosas debería incorporar hoy el justicialismo? No se trata solo de representar políticamente a los argentinos que siempre nos acompañan, sino de cómo atraer —en el mejor sentido de la palabra política— a personas como vos u otras que puedan sentirse cercanas a algunas aristas de la política que quizás, con ciertos errores, hemos subestimado.

¿Qué vamos a hacer con la deuda? ¿Cómo vamos a manejar la deuda externa? Y dentro de esa deuda, ¿qué papel tendrá el Fondo Monetario Internacional? La Argentina no puede proyectar su futuro sin abordar estos temas.​

El nivel de deuda que tiene hoy la Argentina es mucho más alto que cuando asumió Néstor Kirchner. Solo con el Fondo Monetario Internacional estamos hablando de los 45.000 millones de dólares de Macri y los 12.000 millones actuales. El problema es que el FMI es un acreedor privilegiado que no se puede defaultear.

Hacia el síndrome del 3er año

Cuando Néstor canceló la totalidad de la deuda a fines de 2005 e inicios de 2006, eran 9.969 millones de dólares. Hoy, solo con el Fondo, la deuda asciende a casi 60.000 millones. La pregunta que siempre plantea Máximo es inevitable: ¿cómo hace la Argentina para generar los dólares necesarios para pagar esa cifra?

Esto nos lleva al tema de la producción. Ayer participé de un evento sobre minería, organizado por un diputado nuestro que preside la comisión de Minería. Los números proyectan que en 2035 el sector podría generar 25.000 millones de dólares en exportaciones, duplicando las actuales per cápita hacia 2030. Pero para lograrlo se necesitarían 45.000 millones de dólares de inversión. ¿De dónde salen esos recursos? Son debates complejos que la Argentina deberá afrontar y que me interesa discutir con cualquiera que tenga interés: peronistas, socialistas, aliados de otros partidos.

Si algún día la Argentina necesitara un gobierno deunidad nacional“, cualquier espacio que gobierne después de Milei deberá construir mayorías propias en el Congreso, por lo que tendrá que contar con una base parlamentaria amplia, que se refleje en las decisiones del gobierno.

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