7, septiembre, 2025

Nos vamos a identificar todos

Este año se conocerá a Adrián Suar como director teatral. Eligió para este estreno en el ámbito comercial un texto de una autora y actriz rosarina, Ariadna Asturzzi y convocó a tres intérpretes muy conocidas por él no tan sólo como actor sino también como productor. Ellas son: Julieta Díaz, Soledad Villamil y Pilar Gamboa. Irán de jueves a domingo en el Teatro Maipo para contar esta historia de tres hermanas bien distintas a las de Chéjov.

—Se nota la escritura femenina de Ariadna Asturzzi, quien además es actriz (se la vio en el escenario en “Inmaduros”)…

JULIETA DÍAZ: Es una mirada femenina. Creo que el que sea actriz la debe haber ayudado a comprender algunos rasgos de los personajes y de poder entenderlos. Son tres hermanas y suma el vínculo con su madre, o sea, son cuatro mujeres.

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SOLEDAD VILLAMIL: La mirada femenina está en muchos aspectos, como por ejemplo en la vivencia, la sensibilidad y también en la complejidad del vínculo madre e hijas. Hay una propuesta que tiene que ver con que Ariadna es actriz, piensa y escribe en esos términos. Esa conversación entre hermanas, que por momentos se superponen, que cambian de tema sin avisar, eso es algo muy femenino.

PILAR GAMBOA: Es un tema bastante universal, pero hay algo de lo femenino que se nota en la escritura. Siento que la historia va a conmover tanto a hombres como a mujeres, porque muestra cuándo los padres empiezan a ponerse grandes y esto nos pasa más allá del género que habitamos.

—¿Cómo vivieron el debut teatral de Suar como director?

J.D: Muy bien, creo que era lo único que me faltaba hacer con Adrián. Trabajé muchos años con él como productor, después empezamos a ser compañeros de elenco en dos películas, en una serie y en una obra de teatro. Son veintisiete años de compartir la profesión, casi treinta. Adrián sabe escuchar y es muy actor, por eso es cuidadoso. Siempre es una alegría trabajar con él, porque además es cariñoso. Trabajó con las tres y eso hizo que tuviéramos confianza. Yo había actuado junto a Soledad (Villamil) en Locas de amor, pero con Pilar (Gamboa) nunca se nos había dado.

S.V: Cuando me llamó para proponerme este proyecto me pareció muy interesante la combinación. La obra toca de una manera sensible y profunda, sin ser solemne una temática de peso. La relación entre hermanas y a la vez con su madre, que está envejeciendo. Todos temas muy interesantes y complejos, pero a su vez con una cuota de humor importante que creo que él como director le está sabiendo explorar. Me parece que es el contrapeso perfecto. Tiene un termómetro muy preciso en relación al equilibrio entre que sea algo muy verosímil con momentos de humor, casi te diría disparatado. Esto lo tiene el texto, pero él está muy atento y es preciso para darle forma.

P.G: Hice la primera película de Suar como director de cine (30 noches con mi ex) y ahora su primera obra de teatro. Para mí trabajar con él es muy ameno, llevadero, porque al ser actor conoce mucho los tiempos y procesos de los intérpretes, pudiendo leer y entender en qué momento estás. Sabe cuándo debe entrar el humor, que es un poco su hábitat natural. Sobre todo es una persona muy empática y luminosa para trabajar. Éste será mi debut en el teatro comercial.

—El tema de la enfermedad de la madre: ¿cómo creés que lo tomará el público?

J.D: Hoy es un tema que nos atraviesa muchísimo o por lo menos a las generaciones de 40 años para adelante, inclusive hay gente más joven que también tiene los padres enfermos. Porque no tiene que ver solamente con el Alzheimer. Adrián la definió como “comedia emocional” y coincido ya que esta enfermedad es sólo un disparador. El tema es qué pasa cuando se empiezan a intercambiar los roles, cuando un padre empieza también a necesitar a los hijos o a las hijas para que lo cuiden. Nos vamos a identificar todos.

S.V: A mí me parece que la obra va a interpelar, generando empatía e identificación, porque la enfermedad de la madre está en los cuerpos de cada una de sus hijas. En ese sentido la dramaturgia va muy a favor, muestra que cada una tiene una posición muy diferente con respecto a esa enfermedad. Tengo la sensación de que va a haber mucha identificación con ellas, son arquetipos, muy reconocibles y creo que en todas las familias existen, más allá de este caso puntual.

—Nuestra sociedad: ¿cómo trata a los adultos mayores?

J.D: Y es difícil, creo que todos estamos empezamos a tomar conciencia de ese espacio cuando ya somos más grandes y vemos que nuestros padres están mayores. Me parece que hay una gerontofobia, una fobia hacia la gente grande. Una también le teme a la propia vejez. Nunca sentí que los tratáramos muy bien a los ancianos, pero en este momento es muy doloroso lo que está pasando, que no viene de ahora, pero sí es una decisión de las personas que tienen el poder en sus manos. Que los jubilados estén pidiendo que les aumenten unos míseros pesos para poder pagarse los remedios y las personas que tienen que votar por eso se aumenten el sueldo sin pudor es muy triste… da miedo. Ojalá que los senadores voten bien.

S.V: Se puede ver claramente dónde hay síntomas, de lo disociados que estamos, justamente por cómo tratamos a los mayores. Veo lo mal que vivimos al no poder hacerles un lugar. Seguramente el miedo de la muerte estará ahí dando vueltas en todos nosotros. Hay una hipervaloración en relación a la juventud, a lo nuevo. Despreciamos al que vivió y que tiene experiencia.

P.G: Mal. Los mayores nunca tuvieron una época de gloria en este país. Me parece que siempre terminaron siendo el último orejón del tarro, ya sea en la política como incluso también en la sociedad misma. El ritmo que esta sociedad nos exige tener todo el tiempo, no coincide con el de la gente mayor. Cambiaron los paradigmas y me los cambiaron a mí que tengo 45 años, me imagino a una persona de 80. Me parece que en el eslabón de la cadena fueron los menos mirados y hubo una injusticia, en este país. No está bueno jubilarse, es como otra etapa de angustia la que te viene.

—¿Les da miedo la vejez?

J.D: Un poco sí y la de mis padres, me duele. Es una responsabilidad muy grande que a veces una puede, quiere y a veces no quiere o no puede. De esto también habla la obra. Muchas personas no aceptan el paso del tiempo. Me doy cuenta porque hoy las chicas muy jóvenes se ponen botox o se operan la nariz o la boca… es muy fuerte.

S.V: No me da miedo, pero sí lo pienso. Siento que me importa, como momento de la vida. Luego de la adultez va a estar la vejez y será parte de mi biografía, vendrán preguntas y temáticas. Hay que darle dimensión sin obsesionarse porque creo que también justamente está el misterio y la pregunta de cómo será, en cada una. La vejez estará ahí, esperándonos, en el mejor de los casos.

P.G: No sé si miedo, pero es un lugar desconocido, como de sufrimiento físico, ya que se empieza a apagar la máquina. Tal vez tu cabeza te dé para mucho, pero tu cuerpo no te dé para tanto. Ese desfasaje de las líneas me aterra un poco, aunque creo que una construye lo que imagina de su vejez. Vivir de lo que me gusta, lo agradezco y lo siento como un privilegio absoluto. Agradezco mucho el haber encontrado lo que me gusta ser en la vida, porque eso creo que también para adelante va a arrastrar cosas buenas. La máquina se apaga y eso es lo inevitable, lo que da pánico es que se apague el entusiasmo. Intento militar la vida que tengo para que esa vejez sea un poco más llevadera.

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