27, julio, 2025

Antje Weithaas, la violinista y directora que viene a tocar Ravel y Mendelssohn, pero quiere hacerse una escapada para bailar tango

En la cuarta función de su abono en el Teatro Colón, el Mozarteum Argentino presenta este lunes 28 de julio, a las 20, a la Orquesta de Cámara del Concertgebouw, a la que para esta gira latinoamericana se suma la prestigiosa violinista alemana Antje Weithaas.

Hace algunos años, Antje Weithaas visitó el Teatro Colón junto a la Camerata Bern, de la que fue directora artística durante casi una década. Esa experiencia la marcó al punto de afirmar que se trata de la mejor sala del mundo. “Incluso siendo tan grande, en el escenario no se siente eso: el contacto con el público es muy directo. Es maravilloso”, afirma en diálogo con Clarín. A diferencia de la visita anterior, esta vez Antje tendrá un día libre, para el que su mayor aspiración es poder ir a bailar tango.

En su primera colaboración con la Orquesta de Cámara del Concertgebouw, fundada en 1987 e integrada por miembros de la prestigiosa Orquesta Real del Concertgebouw de Ámsterdam, Weithaas (nacida en Guben en 1966) actuará aquí como solista y directora en dos obras concertantes y muy diferentes: el Concierto en re menor para violín y orquesta de cuerdas de Mendelssohn y la Tzigane de Ravel, en arreglo del director artístico del ensamble.

En las otras dos obras en programa (la Suite de los tiempos de Holberg de Grieg y la Sinfonía de cámara op. 110a de Shostakovich), el concertino Alessandro Di Giacomo actuará como director.

Felicidad por el doble rol

Antje Weithaas dirigirá a la prestigiosa Orquesta de Cámara del Concertgebouw. Foto: Prensa Mozarteum/Giorgia Bertazzi.

-¿Cómo se siente en el doble rol de solista y directora?

-Me encanta. Lo hice mucho, por ejemplo con la Camerata Bern. Para mí, es algo así como música de cámara a mayor escala. Y, por supuesto, si uno toca también el tutti en los conciertos, tiene mucha influencia en lo que quiere hacer con la obra a nivel del tempo, carácter y articulación. Cada integrante de la orquesta tiene una responsabilidad enorme, y se necesita que entregue mucha energía y también creatividad. Tratamos de escucharnos mutuamente y es una forma muy espontánea de hacer música.

-En lo que respecta al sonido, ¿su aproximación es la misma cuando toca con una orquesta grande y con una orquesta de cámara como en este caso?

-Es, por supuesto, una cuestión de equilibrio. Si uno toca con una gran orquesta sinfónica, posiblemente necesite tocar de una manera diferente, pero lo hace de manera inconsciente. Uno reacciona inmediatamente a la sala y a la dinámica en la orquesta. Y, en lo personal, trato de aproximarme a cada compositor con un sonido diferente, y a la vez influir en la orquesta en ese sentido.

-¿Por ejemplo?

-Por ejemplo, Mendelssohn y Ravel tienen estéticas completamente diferentes. Pero incluso con la orquesta sinfónica, uno puede tocar muy suave, y si los músicos están escuchando y reaccionando a eso, el rango dinámico no debería variar demasiado, porque necesitamos toda la paleta de colores y dinámicas. Es algo fundamental para la interpretación.

Un genio de 12 años

Antje Weithaas hará su segundo concierto en la Argentina este lunes 28 de julio. Foto: Prensa Mozarteum/Kaupo-Kikkas

-El concierto de Mendelssohn es una creación de juventud. ¿Cuál es su aproximación a esta obra?

-Es un Mendelssohn de 12 años, pero, como en Mozart o en Schubert, uno ya puede escuchar al genio que había detrás. Esta obra tiene una gran dosis de contrapunto pero también su lenguaje típico. Hay mucho de música romántica alemana y al mismo tiempo de influencias de la ópera italiana, como en las sinfonías para cuerdas de este mismo período. Es encantador, está lleno de ideas: Mendelssohn no hace concesiones y se arriesga a expresarse tal cual es.

-La “Tzigane” tiene una historia muy interesante, ya que fue inspirada por una violinista húngara, Jelly D’Arányi, y dedicada a ella. Como virtuosa del violín, ¿qué la atrae más de esta obra?

-Sí, creo que, antes que nada, es Ravel. Él adaptó de manera fantástica este estilo típicamente gitano de tocar el violín. Me parece que muy a menudo esta obra se interpreta de una forma muy masculina. Ravel escribe muchos fortissimos, pero todos sabemos que el rango de emociones de los gitanos es muy rico. Todo es sentimental, hay una verdadera descripción de la naturaleza, pero nunca hay nada brutal ni agresivo. Eso es lo que quiero mostrar.

-¿De qué manera se manifiesta eso en su interpretación?

-Es una música conmovedora, tiene ese sonido típico que solo un violín gitano puede producir. Así que tratamos de acercarnos a eso, pero es una obra tan pura, nacida directamente de la emoción. Y Ravel, por supuesto, fue un maestro absoluto en la composición y la orquestación. Intento hacerla un poco más sensible de lo que el público está acostumbrado a escuchar, pero en definitiva será el público mismo el que deba decidir.

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