Alguien le habrá informado al Presidente cómo es la lenta renovación de los legisladores en el Congreso? ¿Quién le dijo, en todo caso, que el próximo 11 de diciembre, luego de que asuman los legisladores elegidos el 26 de octubre, él tendrá la mayoría absoluta en las dos cámaras del Poder Legislativo? Las respuestas servirían para explicar por qué Javier Milei decidió romper con todos los gobernadores cuando muchos de ellos lo ayudaron a tramitar con éxito en el Congreso los proyectos de leyes más osados de su año y medio de gobierno. El jefe del Estado acaba de asegurar que esperará el 11 de diciembre para vengarse del increíble rejunte de gobernadores para sacarle leyes en el Congreso que podrían, según el oficialismo, trastornar las cuentas públicas. El Presidente no es un político, y cree que el poder le da derecho a recibir sin dar nunca nada. Pero ¿nadie le advierte al jefe del Estado que está tocando una melodía que la política no sabe bailar? Cuando alboreaba el fin de semana, la vicepresidenta, Victoria Villarruel, anunció a la ciudad y al mundo que ella daba por rota su relación con el Presidente, después de que este la llamara “traidora” por presidir una sesión ordinaria del Senado; ese era el deber de Villarruel. Milei rompió también con su vieja aliada. Más allá de la gravedad que significa que el Presidente les haya declarado una guerra precoz a la vicepresidenta y a todos los gobernadores (“¿A todos?”, le repreguntó el periodista Luis Majul, y Milei le respondió: “A todos”), centellean las ineptitudes, la mala praxis y los prejuicios en el gobierno libertario.
La historia se repite y ninguno aprende nada
Un ejemplo es el escándalo que protagonizó el avión privado de Leonardo Scatturice, nuevo accionista importante de la aerolínea argentina low cost Flybondi. Ese espectacular avión de Scatturice, un argentino que hizo una rápida fortuna en Estados Unidos, aterrizó en Aeroparque luego de un vuelo que se inició en algún aeropuerto norteamericano –ni siquiera saben de qué aeropuerto partió– con un única pasajera, Laura Arrieta, empleada de Scatturice, y con dos tripulantes. Ninguno pasó su equipaje por los escáneres de la Aduana y, además, fueron atendidos por el personal aduanero como amigos de la casa. Scatturice se pavonea con la condición de influyente ante el gobierno de Donald Trump; hasta hizo trascender que él fue responsable de organizar la última foto del jefe de la Casa Blanca con Milei. Es probable que Scatturice haya pedido que la traten amablemente a Arrieta en el aeropuerto de Buenos Aires. Solo es probable. Lo cierto es que el caso del avión está lleno de irregularidades, aunque no se puede precisar si se trató de una “bagayera” cargada de artículos caros que compró en Estados Unidos y se propone revenderlos aquí, o del contrabando de sofisticados equipos de tecnología para hacer inteligencia, por izquierda o por derecha. Es evidente, por todo lo que filmaron las cámaras de Aeroparque, que alguien importante del Gobierno llamó a los empleados de la Aduana para que Arrieta y la tripulación de ese avión tuvieran un recibimiento especial. Los estaban esperando, los fueron a recibir cerca del avión y les habilitaron un camino sin control aduanero. ¿Era necesario que funcionarios del gobierno de Milei –nadie puede asegurar que fue el Presidente– les pidieran favores especiales a personas de tan escaso nivel político? Hay un canciller y una Cancillería que están en condiciones de trabajar la relación con Trump sin necesidad de que supuestos intermediarios hagan travesuras a cambio de improbables influencias políticas en Washington. ¿Otro zafarrancho? Veamos. El propio Milei acusó de la repercusión del off the record del ministro de Economía, Luis Caputo, con Alejandro Fantino a la “basura de los que se dicen periodistas”. Error, del principio al final. Ese fue un caso del que participó solo uno que “se dice periodista”, y es el propio Fantino, un viejo amigo de Milei y del elenco gobernante. La revelación de la conversación en off de parte de Fantino con el ministro Caputo fue luego manipulada y viralizada solo por las redes sociales. Ningún medio periodístico o periodista serio se hizo eco de ese relato editado de Fantino sobre su conversación con el ministro. Hasta que estalló el escándalo y fue el propio Gobierno el que debió salir a aclarar las cosas porque suponía que podía provocar una brutal caída de los mercados al día siguiente. ¿Qué hizo, entonces, la “basura que se dicen periodistas”? Nada. Nadie, tampoco, lo informó debidamente al Presidente. Ocurrió otra cosa, grave para el periodismo. Fantino comenzó una parte de su narración diciendo que iba a contar “una conversación en off con Caputo”. El respeto al off the record es un compromiso sagrado del periodismo; consiste en revelar la información, pero jamás la fuente que la dio. ¿Cómo se explica que Fantino haya difundido una conversación off the record con Caputo, que luego el ministro de Economía confirmara que existió ese diálogo y que al final todos siguieran siendo amigos? O Fantino no conoce las reglas del off the record o Caputo quiso asustar a los gobernadores, pronosticando un apocalipsis económico si ellos persistían en sus proyectos para lograr más recursos. La última posibilidad es la más probable, aunque les haya salido mal. A los off the record de los ministros de Economía se invita a los periodistas que saben de economía. No asustaron a nadie. La sesión del Senado ocurrió nomás y se aprobaron varios proyectos desagradables para el Gobierno por increíbles mayorías de votos.
Pero ¿por qué rompe con todos los gobernadores? ¿Acaso varios de ellos no lo ayudaron antes? ¿Por qué de repente apareció una masiva sublevación de gobernadores que podría arruinar no solo la vida del gobierno nacional de ahora hasta las elecciones nacionales de octubre, sino también los dos años que le quedan a Milei de su actual mandato? Se explica: todas las encuestas vaticinan, en efecto, que el Gobierno ganará las elecciones de octubre. Un estudio de Poliarquía indica que si el triunfo fuera arrollador y el Gobierno duplicara los integrantes de sus actuales bloques del Congreso, desde el 11 de diciembre podría contar con una bancada de 80 diputados y con otra de 12 o 13 senadores nacionales. ¿Serían suficientes los 80 diputados? Hay 257 diputados nacionales; se necesitan 129 para el quorum y para la mayoría absoluta, y 86 para evitar los dos tercios y poder bloquear el rechazo parlamentario de los vetos presidenciales. ¿Serían suficientes los 12 o 13 senadores? Hay 72 senadores nacionales; se necesitan 37 para el quorum y la mayoría absoluta, y 25 para el tercio necesario si quieren obstaculizar los dos tercios y evitar el rechazo a los vetos de Milei. Conclusión: el Presidente necesitará de amigos y benefactores también después de diciembre si aspira a un final más o menos tranquilo y previsible del mandato que inició a fines de 2023. Por eso, Guillermo Francos, jefe de Gabinete, salió urgente con su traqueteada ambulancia a poner gasas y cintas adhesivas en las heridas con los gobernadores. ¿Acaso el Presidente se enojó con los gobernadores porque la enorme mayoría de estos decidió no concurrir a la ceremonia de Tucumán por el 9 de Julio, a la que al final no asistió ni el propio Presidente por problemas climáticos? Esos problemas del clima existieron, pero los gobernadores habían anunciado el faltazo antes de que el tiempo se complicara. No obstante, el testimonio de varios mandatarios provinciales señala que el enojo presidencial se debe más que nada a que Milei entrevió las consecuencias de una unión transitoria de gobernadores. Entonces, hagamos otras preguntas. ¿Qué pasó para que el razonable entrerriano Rogelio Frigerio quedara al lado del incombustible kirchnerista formoseño Gildo Insfrán, o el sereno chubutense Ignacio Torres junto al exuberante riojano antimileísta Ricardo Quintela, o el peronista cordobés antikirchnerista Martín Llaryora suscribiera lo mismo que firma el convencido cristinista fueguino Gustavo Melella? Milei hizo el milagro de juntarlos a todos en contra de él. Respuesta: “Nos trata a todos igual, a los que lo ayudamos y a los que nunca se ocuparon de él o militan contra él. No hace ninguna distinción”, responde uno de los gobernadores más amigables del mileísmo. Otro mandatario, también viejo contribuyente a la estabilidad del Presidente, añadió que “no hay una interlocución válida dentro del Gobierno y nadie entre los funcionarios nacionales quiere tomar decisiones”. Esto último es una aseveración que se escucha cada vez con más frecuencia. Muchos hablan del “pánico” que existe entre ministros, secretarios y subsecretarios de Estado ante la posibilidad de ser echados de la administración de mala manera. Los presidentes que eligen este método terminan con los explosivos políticos estallándoles en sus propios pies porque nadie se atreve a darles malas noticias ni a advertirles de los peligros que corren. La historia se repite y ninguno aprende nada.
Otro conflicto que tensó la relación de Milei con los gobernadores refiere a las negociaciones del gobierno federal con los mandatarios amigos para enhebrar alianzas electorales. El caso más patético fue el del radical correntino Gustavo Valdés, que hizo durante mucho tiempo todos los gestos posibles para demostrar que quería hacer una alianza con el Presidente. Corrientes tendrá elecciones provinciales el 31 de agosto y renovará gobernador, vicegobernador, diputados y senadores provinciales. Luego, los correntinos deberán votar de nuevo en las elecciones nacionales del 26 de octubre. Esa provincia renueva tres diputados nacionales y los seguidores de Valdés están seguros de que ellos podrían colocar dos de los tres. El gobernador llegó a proponerle al mileísmo que cubriera esos dos cargos de legisladores nacionales, pero los enviados de Karina Milei reclamaron también la vicegobernación y las listas de legisladores provinciales. Fueron tan lejos con sus pretensiones que Valdés pegó un golpe sobre la mesa y terminó con la negociación. No habrá acuerdo con ese gobernador, que era el más convencido de una coalición con el mileísmo. Peor: en las elecciones provinciales de Corrientes podría perder el partido de Milei (Valdés conserva un fuerte liderazgo en su provincia), justo una semana antes de las elecciones provinciales de la indómita Buenos Aires, que se realizarán el 7 de septiembre. Una eventual derrota tan cerca de los comicios bonaerenses podría crear un clima peor que la niebla que enredó la reunión cimera de Tucumán. Otros dos gobernadores que integraron lo que fue Juntos por el Cambio, el mendocino Alfredo Cornejo y el entrerriano Frigerio, están en negociaciones con el mileísmo para ir juntos en las próximas elecciones. Entre Ríos renueva los tres senadores nacionales y cinco diputados; Mendoza deberá elegir a cinco diputados nacionales. Todo indica que Frigerio deberá firmar un acuerdo con los enviados de Milei porque el peronismo es fuerte en su provincia; de hecho, Frigerio terminó en 2023 con varias décadas de gobiernos peronistas entrerrianos. Pero nada es seguro. “Valdés también aseguraba que iría a las elecciones junto con Milei, y al final no quiso firmar lo que era una capitulación en toda regla”, dicen los que están cerca de Frigerio. “Quieren el 100 por ciento y no negocian nada”, asegura un tercer mandatario. ¿Qué hará Cornejo, conocido por su fuerte carácter, si lo obligan también a firmar la sumisión y el acatamiento? El Congreso deberá resolver dentro de poco, además, sobre los seguros vetos presidenciales a las recientes y costosas decisiones legislativas. La ruptura con los gobernadores habilitó a los senadores a plegarse a la sublevación. Es probable que los diputados hagan lo mismo. Los gobernadores importan.
Importa también la vicepresidenta, que el sábado vio caer la última gota en el vaso de su paciencia. Después de la indiferencia y el maltrato recurrentes, Milei aceleró cuando la llamó “traidora” por la sesión senatorial que ella había presidido el día anterior y que fue reglamentaria. Villarruel dijo entonces públicamente lo que calló durante mucho tiempo: que el Presidente es un desagradecido que le niega hasta el saludo. También se ocupó de mala manera de Karina Milei. Es el fin de esa vieja relación política. Antes había ocurrido un intercambio de insultos entre Villarruel y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Una pelea propia de las orillas intelectuales. Bullrich, que no pierde oportunidad de quedar bien con Milei, le faltó claramente el respeto a la vicepresidenta de la Nación cuando la mandó a hacer lo que no correspondía que hiciera. Villarruel debió responderle con argumentos más serios que deslizar el supuesto pasado de “montonera” de Bullrich, que ocurrió, si es que ocurrió, hace casi 50 años. La ruptura no es una palabra habitual de la política. Romper es más fácil, pero el precio político es más caro.