17, agosto, 2025

Vigencia del gran dramaturgo ruso en los escenarios porteños

El escritor ruso Antón Chéjov (1860-1904), cercano a León Tolstói, Máximo Gorki y Konstantín Stanislavski, entre otros connacionales, fue maestro en la construcción de personajes, con una psicología presentada minuciosa y desafectadamente, El realismo de su narrativa y su dramaturgia –también, el de sus textos de no ficción– se ubica en la Rusia de la segunda mitad del siglo XIX, lo que, sin embargo, no resulta extraño para la Argentina del siglo XXI.

Al autor de La gaviota también le ocurre lo que a muchos clásicos: es más nombrado que verdaderamente leído y conocido. Pero la cartelera porteña le rinde homenaje a través de varias puestas en escena que existen simultáneamente. Qué hermoso era todo antes, texto de Lisandro Fiks que retoma precisamente La gaviota y es dirigido por el propio Fiks, va los jueves a las 20 y los domingos a las 19, en el Centro Cultural Borges (Viamonte 525). Vanya, comparable operación sobre Tío Vania, con dirección José María López, va los domingos a las 18, en Teatro Anfitrión (Venezuela 3340). Experiencia Chéjov, con dirección de Matías Serrano, hace el montaje de tres piezas cortas: Pedido de mano, El aniversario y El oso, los domingos a las 20, en Teatro Azul (Corrientes 5965). Finalmente, Tres mujeres audaces, obra de Mario Diament, con dirección de Mauro J. Pérez, propone el encuentro imaginario de tres personajes: retoma a Elena, de Tío Vania, y propicia un diálogo con Nora, de Una casa de muñecas, de Henrik Ibsen y la protagonista de La señorita Julia, de August Strindberg. La propuesta va los viernes a las 20, en El Tinglado (Mario Bravo 948).

Meses atrás, había más Chéjov. Marcelo Savignone había hecho La negación de la negación. Una hermenéutica chejoviana, en Belisario Teatro. Y en Paraje Artesón, Vladimir Kostas unió en una misma función: Sobre el daño que hace el tabaco y El canto del cisne. Meses adelante, ¡habrá más Chéjov! La puesta de La gaviota, por Rubén Szuchmacher, subirá a la Sala Casacuberta del Teatro San Martín, a fines de septiembre.

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VISIONES. Mientras tanto, Fiks, López, Serrano y Pérez cuentan aquí sus experiencias y su visión sobre Chéjov. Por ejemplo, para Fiks: “Lamentablemente, es un autor que se descubre si te dedicás al teatro. Lo conocí en mi primer taller de teatro: hice El oso, aprendí la letra. Pero la profundidad, me llegó estudiándolo en las clases con Augusto Fernandes”. Por su parte, López recuerda: “Mi primer contacto con Chéjov fue en 1983, cuando hacía en París la “Escuela Internacional de Mimodrama Marcel Marceau”. Tres mujeres de mi curso prepararon una escena de Las tres hermanas y me pareció de una belleza y una simplicidad arrolladoras. Así que corrí a la librería y compré Teatro completo de Antón Chéjov. Esos libros me acompañan desde entonces”. Y Pérez relata: “Conocí a Chéjov cuando ingresé a la carrera de puesta en escena en la EMAD. Paralelamente en el San Martín había una versión de El jardín de los cerezos, dirigida por Helena Tritek y protagonizada por Cristina Benegas: me había emocionado muchísimo, por los temas que tocaba y todo lo que no se decía, pero que explotaba en el aire”.

Desde aquellos lejanos inicios, estos directores reivindican la vigencia de Chéjov hoy, que López sintetiza así: “El teatro funciona como un espejo y en sus obras podemos vernos profundamente reflejados. Las pasiones humanas no envejecen. Al igual que en la Rusia del siglo XIX, los seres humanos de hoy seguimos anhelando una vida mejor, queremos que el amor sea correspondido, buscamos comprensión, compasión, justicia. No hay nada añejo en las obras de Chéjov. Todavía nos habla, nos interpela y nos representa”.

Esa interpelación no es cómoda, porque muchas de las obras de Chéjov son dramas. Pero en ellos no está ausente cierta veta humorística. Fiks reflexiona: “El humor es reírse de la desgracia ajena. No podemos no reírnos cuando una mujer, vestida de negro, dice: “Estoy de luto por mi vida, soy una infeliz”. O cuando el personaje de la actriz que se está poniendo vieja, se arregla y se para al lado de una chica joven y pregunta: “¿Quién parece más joven?”. Son cosas que no dejan de causar gracia, porque vemos la infelicidad, el patetismo y nos podemos sentir identificados”. Centrándose en Tío Vania, López considera que “conviven en esta “Comedia en cuatro actos”, como Chéjov la tituló, el drama y la comedia, cuyos contrastes se potencian y enriquecen”. Y Serrano hace hincapié en el absurdo: “Los conflictos que plantea Chéjov son actuales, absurdos y divertidos de interpretar. No son ajenos; de hecho, si observás, podrías encontrarlos caminando por la calle”.

Un clásico, muchas interpretaciones

A.M.

Como todo clásico, Chéjov habilita diferentes interpretaciones.

Para Fiks: “En todas sus obras, está esa burguesía rusa, que, aunque tiene el futuro asegurado, no es feliz. Chéjov trasmite este mensaje: el hombre no es feliz. Tiene su subsistencia resuelta, pero falla en su búsqueda de felicidad”.

Para López: “Chéjov ofrece un caleidoscopio de vidas humanas y las describe sin juzgarlas. No tiene una visión demasiado optimista del presente, pero sí, una fe ardiente en el futuro del ser humano: cree que, si obramos con sabiduría y trabajamos para ello, nuestro futuro será mejor. Y parafraseando a Eduardo Galeano, escribió como diciendo nada, y dijo todo. También parece haber seguido la premisa de su maestro y amigo León Tolstói “Pinta tu aldea y pintarás el mundo””.

Para Serrano: “Lo que es tan ruso en Chéjov (las casas rurales, el banco), todo podría estar ubicado en un pueblo de la Argentina actual. Los conflictos, como el sexismo, siguen siendo relevantes. Son planteos universales: la lucha de poder, los deseos frustrados, el amor no correspondido, la vida cotidiana. Hay algo profundamente humano y cercano en Chéjov: lo bueno, lo malo, lo que no cambia”.

Para Pérez: “El realismo de Chéjov no es solo una representación fiel, sino de emociones contenidas, de lo que no se dice. Muestra a las personas en su ambigüedad, en su contradicción, en su fragilidad. No hay héroes ni villanos; hay seres que aman mal, que se frustran, que sueñan con otra vida pero no se animan a cambiar, desean cosas imposibles y él nunca los condena. Más bien los observa con ternura”.

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