Ha recorrido un largo camino desde que debutó como Hannah Montana, a los 13. La historia de una chica regular que pasa inadvertida hasta que se disfraza de otra más popular a la que todos admiran la hizo mundialmente famosa.
Ahora que está reclamando su historia, cuenta que esa competencia de la ficción de Disney entre una Miley Cyrus común y corriente y una Hannah insuperable le trajo serios problemas y por eso está haciendo terapia con un prestigioso psiquiatra desde los 18. El precio de la fama.
Después de varias películas, canciones que se hicieron ultra conocidas, giras, pareciera que Miley Cyrus está comenzando a cosechar todos los frutos de golpe. Viene de ganar sus primeros Grammys, algo que no entendía bien por qué se le escapaba después de 20 años y una decena de álbumes. El primer Grammy, por Flowers, le llegó casi en simultáneo con el premio Leyenda de Disney, la artista más joven en recibirlo.
Si algo le faltaba para completar todo este buen karma era una estrella en Hollywood Boulevard y acaban de anunciarle que se la darán el año que viene.
Quizás no sea casualidad que uno de los 13 temas de su nuevo álbum Something Beautiful se llame Camino de la fama y lo haya acompañado con un video que la encuentra acariciando las estrellas de los íconos que admira.
El sueño de la estrella propia
“Vivirás para siempre en nuestros corazones y nuestra mente. Una estrella enterrada en el cemento, todo el mundo caminará alrededor tuyo” se la escucha cantar melancólicamente en el video de Walk of Fame (Camino de la fama).
El filme donde se la podrá ver interpretando cinematográficamente las canciones del disco, se estrenará en Disney+ y Hulu a finales de julio en Latinoamérica. “Se ha cerrado un círculo”, reflexionaba Miley en sus redes.
La familia Cyrus se había venido de Nashville a vivir a Los Ángeles para que ella pudiera desarrollar la carrera que empezaba a despuntar con Hannah Montana. Nunca más regresarían.
En su cuenta de X, agradeciendo el honor de que le den una estrella, recuerda que al principio vivieron en un hotel en Hollywood Boulevard y que aunque su padre Billy Ray era un cantante famoso desde que ella estaba en el vientre de su madre, por la noche se iba con él a recorrer la calle de las estrellas. Entraban a los gift shops a comprar merchandising de Marilyn Monroe. Alimentaban el sueño.
Sentirse en paz, plena
De los muchos podcasts a los que ha ido para promocionar su disco se sintió familiar con la historia de controversia de Monica Lewinsky. La ex becaria de la Casa Blanca que vivió en 1998 un escándalo de proporciones tras conocerse su relación con el presidente Bill Clinton ha sabido reinventarse, y a los 51 es celebrada por haber logrado recuperar su honor perdido.
Cuando fue a visitarla le dijo que siente que eso las emparenta. Aunque son de distintas generaciones, Miley cumplirá 33 en noviembre, ella también tuvo sus malos momentos.
A los 17, cuando le robaron una cámara donde se la veía fumando marihuana y eso le costó un contrato multimillonario. Y luego cuando en 2013 fue a un premio MTV vestida de osito y bailó provocativamente. No se lo perdonaron. Hubo mamás que querían juntar un millón de firmas para borrarla del mapa. “Yo era como la baby sitter de sus hijos y no querían que ellos me vieran nunca más”.
Toda esa oscuridad le generó mucha ansiedad. Aprendió con terapia que cómo la ven los demás es un problema de ellos, no de ella.
Ahora con su nuevo álbum dice que se propone sanar a una cultura que está enferma. Esta identidad suya, esta versión más calma, le gusta. Su novio, el músico Maxx Morando, que compone también en su disco, la ha ayudado mucho, reconoce. “Es duro ahí afuera, a veces puede ser cruel, quiero inyectar belleza y música en un mundo que experimenta dolor. Les comparto mi medicina”.