2, octubre, 2024

La historia de un periodista que antepuso la Justicia a la primicia

Esta es una historia de testimonios. Dos testimonios. El de José Julián “EL Gringo” Solanille, un paisano, hombre de campo, que vivía en la zona aledaña al centro clandestino de detención La Perla, y el de Miguel Angel “Tubo” Durán, periodista de La Voz del Interior, un investigador apasionado que cuando tenía “la punta” de una información, no descansaba hasta desmadejar todo y convertirlo en noticia.

Solanille murió en 2017, a la edad de 88 años. Durán falleció el lunes pasado, a los 71. Ambos dieron testimonio de, quizá, la etapa más negra de la historia argentina.

Lo del arriero fue una experiencia de vida que lo marcó para siempre. Él vivía en tierras aledañas a La Perla y le cuidaba el caballo a Luciano Benjamín Menéndez, comandante del Tercer Cuerpo de Ejército, amo y señor de vidas y bienes de los habitantes de 10 provincias argentinas, que terminó sus días con 13 condenas a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad.

“EL Gringo” Solanille fue de los primeros en declarar ante la Conadep Córdoba, que presidía Luis Rébora (exrector de la UNC). 

Durán lo relató así: “Fuimos a buscarlo a Miramar en el auto de Rébora. El testigo estaba asustado porque, el día antes, un Ford Falcon había hecho varias pasadas frente a su casa.

Lo que más me impresionaba –dijo Solanille– no era ver tantos cadáveres, porque llega el momento en que uno se acostumbra, sino la aparición de dos chicas que fueron arrojadas de un helicóptero; cayeron a pocos metros de mi casa. Eran dos rubias hermosas, parecían mellizas…”. Esto era parte del extracto del reportaje grabado por Durán en enero de 1984 y publicado en La Voz del Interior recién en la edición del viernes 2 de marzo siguiente.

“Al día siguiente –escribe Durán– presenciamos las excavaciones en una tumba común del Cementerio San Vicente. Se buscaba a siete personas asesinadas en Los Surgentes. Cada vez que la pala mecánica agrandaba la fosa, retiraba cráneos perforados por balas. Había cientos de personas enterradas. La mayoría provenía de las morgues del Hospital San Roque y del Córdoba. No había registros; habían desaparecido. La Municipalidad colaboró y aparecieron algunos certificados de defunción”.

 

El horror. La Conadep Córdoba, escribe Durán, “se puso en marcha en marzo de 1984, pero desde mucho antes algunos de sus integrantes buscaban respuestas a tanto horror. Rubén Arroyo (abogado, miembro también del capítulo Córdoba de la Conadep) era uno de ellos. Nos habíamos conocido meses antes. Culpable de esa amistad fue un hombre simple, de campo, padre de 10 hijos: José Julián Solanille”.

“El gringo no dormía de noche. No podía borrar de su mente esa interminable película de terror que lo tuvo como espectador desde el 27 de septiembre de 1976 y durante dos años en el campo La Perla. Allí cuidaba el caballo de Luciano Benjamín Menéndez. Después, Solanille se instaló en Miramar y criaba nutrias para sobrevivir. El insomnio que lo atormentaba lo llevó a hablar con un periodista de La Voz del Interior” (Durán).

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¿Primicia o Justicia? En este capítulo de la historia es cuando “El Tubo” Durán se encuentra ante una dura disyuntiva para un periodista: ¿la primicia o ser útil a la Justicia?

Él mismo lo contó en esa nota, con lo que demostró una vez más que a la hora de conseguir la noticia, no se ponía límites: “El 26 de enero de 1984, Solanille almorzó en mi casa. Es difícil explicar cómo el miedo y el coraje pueden manifestarse simultáneamente. El reportaje se extendió más de una hora, pero la nota no se publicó. La seguridad del entrevistado y la necesidad de aportar ese testimonio a la Justicia eran más importantes que la primicia. Así, en marzo empecé a frecuentar la sede de la Conadep ubicada en calle Catamarca, entre Rivadavia y Alvear, donde a diario desfilaban familiares de desaparecidos”.

 

El informe de la Conadep. Miguel “Tubo” Durán también participó en el informe final de la Concadep Córdoba: “Habían pasado los meses. Un día, Arroyo me convocó. ‘Me encargaron que haga el informe final. Quiero que vos y Luis Reinaudi (abogado y periodista también fallecido) me ayuden’.

El tiempo apremiaba. Fueron dos días completos tecleando en una Lexicon para recopilar todo el horror y rescatar los hechos más graves. Me tocó escribir la recopilación de esa verdad que pudo ser desenterrada”.

“Arroyo y Reinaudi hicieron algunas correcciones y se dedicaron al prólogo, al contenido político. Concluido el trabajo, Arroyo leyó cada una de las páginas ante sus pares de la Conadep. Sacaron algunas adjetivaciones y lo aprobaron”.

“’El trabajo se va a pagar’, prometió Arroyo. El dinero no importaba. El único pago aceptado fue la primicia. Cuando (el entonces gobernador Eduardo César) Angeloz recibía el informe en las escalinatas (de la Casa de Gobierno), en el diario se imprimían dos páginas resumiendo el contenido de la versión cordobesa del Nunca más”.

Este es un homenaje a un periodista que supo honrar “al mejor oficio del mundo” según Gabriel García Márquez y que, merecidamente, recibió siempre el reconocimiento, admiración y afecto no sólo de quienes pudimos compartir una redacción con él y recibir sus enseñanzas, sino también de otros colegas, de políticos, jueces, fiscales, abogados y hombres de los servicios de seguridad que se cruzaron con él. 

*La foto fue tomada por Irma Montiel cuando Solanille se presentó a declarar en Tribunales Federales. 

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